El Narrador (3 de 4)
La voz emisora del relato, voz ficticia, es el eje de
las estrategias narrativas: la columna vertebral de la ficción. El punto de
vista del emisor indica el predominio mayor o menor que ejerce. En este
sentido, el narrador testigo es menos coercitivo que el omnisciente, aunque
ambos optan por la tercera persona gramatical (él-ella-ellos).
Generalmente, el testigo observa y descubre “a dúo”
con el lector.
Es el narrador que observa la escena con ninguna o
mínimas alusiones a sí mismo. Resulta muy efectivo para expresar sospecha, en
el relato policíaco por ejemplo, y mantener en vilo al lector. La fotografía y
el cine lo han determinado en gran medida.
¿Cuánto sabe?
El nivel de información del narrador testigo es limitado.
Focaliza desde un ángulo específico y desde allí ve sólo lo que abarca dicha
visión. Ve los movimientos de los personajes, oye sus palabras, observa el
ambiente que los rodea, y lo cuenta.
Refiriéndose a la elección del narrador de El sonido y la
furia, explica Faulkner:
“Yo había comenzado a narrar la historia a través de los ojos del niño
idiota, pero sentí que resultaría más eficaz que la relatara alguien capaz de
saber solamente qué acontecía, no por qué”
(Se refiere a un narrador testigo)
Retrato de William
Faulkner en 1925, por William Spratling
Por su parte, Henry James comenta:
“Ya he expuesto, como una costumbre aceptada, incluso comentada como
extravagancia, mi preferencia por ‘ver mi historia’ a través de la oportunidad
y la sensibilidad de alguna persona más o menos ajena, alguien que no esté
involucrado, pero sí interesado a fondo, y que sea un testigo o un informador
inteligente…”
El narrador que focaliza como testigo da sólo pautas de lo
que ocurre, sabe menos que el protagonista. En consecuencia, el relato narrado
desde este ángulo le permite al lector completar la historia con sus propias
deducciones.
Cómo lo hace
El narrador testigo puede contar distanciándose de los
hechos o demostrando que es un testigo habitual. En el primer caso, se limita a
comentar imperturbablemente lo que ocurre, tomando distancia y con una frialdad
deliberada. Un buen ejemplo es La modificación, novela de Michel Butor que se
centra en los objetos o acontecimientos que, tal como están expuestos, dan pie
a imaginarse más cosas:
“Más allá de la ventanilla sobre la cual las gotas de lluvia se
espacian cada vez más, usted distingue mucho más claramente que hace rato,
debajo de una mancha clara de cielo, casas, postes, la tierra, gentes que
salen, un carro, un pequeño automóvil italiano que cruza la vía férrea sobre un
puente. Por el corredor vienen dos jóvenes co sus abrigos puestos y sus maletas
en la mano. Pasa la estación de Sénozan”
Nota personal: reconozco
que tengo debilidad por este tipo de narración bien utilizada. Cuando empiezo a
leer, me imagino el paisaje, lo que va pasando, los muchachos con las maletas
en la mano… pero al momento voy más allá y me pregunto ¿quién lo ve? ¿Qué edad
tiene? ¿Cómo se siente, triste, cansado? – y el resultado de todo esto es lo
que, según ya he comentado alguna vez, es para mí el mejor premio para un escritor: que quien está leyendo, quiera seguir
leyendo…
Hay escritores como Robbe-Grillet que han suprimido todo aquello
que concierne a la primera persona, adjetivos y pronombres personales, con la
intención de evitar en sus obras la barrera entre la narración y lo narrado, es
decir, entre la acción y la narración. Por ejemplo, en La celosía hay un personaje central
a través del cual cuenta el narrador, cuya actividad principal es mental y
corresponde a una obsesión.
Dicha actividad consiste en controlar a partir de la
observación los objetos y las escenas una y otra vez. De este modo se consigue
el clima típico de los celos sin necesidad de emplear una sola descripción o
una sola mención al respecto. En este tipo de narración objetivista el
vocabulario potencia su significación: la palabra celosía implica tanto los
celos como la reja de la ventana a través de la cual se puede espiar.
El muchacho y la chica (contado por un
narrador testigo)
El muchacho busca algo en el plano del
barrio que no está iluminado pese a que empieza a oscurecer. Mira hacia un
lado y otro. Nadie pasa por esa calle. A cincuenta metros hay una chica
forcejeando con la cerradura de una casa. EL muchacho va hacia la chica. La
puerta no cede y la chica está concentrada en su tarea, ha apoyado en el
suelo una bolsa de supermercado. Se mira la palma de la mano, roja y sudada.
El muchacho le dice algo, tal vez le pregunta por la calle que buscaba en el
plano. La chica se sobresalta, coge de la bolsa una botella de lejía y le
echa el contenido en la cara.
|
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPerdonad que haya introducido en esta parte los ejercicios correspondientes a la otra parte. Me acabo de dar cuenta ahora. Espero que no os importe.
ResponderEliminarNo pasa nada María, somos humanos, lo que importa es la participación y tu lo has hecho... ¡Gracias!
Eliminar¿Se puede borrar y poner donde corresponde?.Lo quise meter rápido porque tenía prisa y esto es lo que pasa.
EliminarSí María... los borro y ponlos donde corresponde... ¡Gracias!
Eliminar