miércoles, 31 de diciembre de 2014

Secretos y recursos de la creatividad – Teoría de la inspiración – parte 1 de 4


Teoría de la inspiración

Hay una relación cercana entre inspiración e inconsciente. Lo que se ha dado en llamar inspiración o “estímulo interior que impulsa al poeta” no es algo dirigido conscientemente.
Las “inspiraciones” –como veremos- dependen de nuestra memoria, de nuestra atención, de la experimentación, de la lenta germinación de palabras que al final salen al exterior.
Inspiración o trabajo no es una disyuntiva; a partir de aquí podemos considerarlos como dos etapas complementarias y llamar inspiración a ese tiempo previo a la elaboración consciente, generalmente la de la reescritura. Desde este punto de vista, se la puede nutrir, se puede provocar. Podríamos llamarla también curiosidad creativa.


Dos actitudes

A través de los tiempos, hay dos actitudes totalmente opuestas frente a la cuestión de la inspiración: los que la defienden y los que a niegan.

·      Los defensores

Uno de los primeros en defenderla fue Platón, en el Ion:

“No es por arte, sino por inspiración y sugestión divina por lo que todos los grandes poetas épicos componen todas estas hermosas poesías; y lo mismo los grandes poetas líricos.”

Consideraba que el origen de la escritura se debía al instante en que se perdía el uso de la razón.
Por su parte, Rilke escribió:

“Yo también tengo una misión de Dios, soy ejecutor dócil y humilde de las órdenes que me dictan, de allá arriba.”

Tanto Platón como Rilke apelan a los dioses. Sin embargo, hay algo que es evidente, si hubiera que esperar a que los dioses o Dios nos cantaran a los oídos, nos dictaran, sólo muy pocos escribirían, serían los elegidos. He aquí un punto cuestionable.



·      Los atacantes

Un concepto opuesto al que acabamos de ver fue desarrollado por Rodin, para quien lo único importante era el trabajo. Para él, la inspiración se construía. Sustituía la voz de los dioses por la voz de la observación; durante cierto tiempo influyó en Rilke, que revisó sus parámetros y así escribió los “poemas cosa”.
Por su parte, Poe decía que componer poemas era una tarea deductiva, y se burlaba de los inspirados diciendo:

“Los escritores prefieren dar a entender que componen mediante una especie de bello frenesí –un éxtasis intuitivo- y literalmente, pero si se echara una ojeada tras las bambalinas, nos encontraríamos con los innumerables vislumbres de ideas que no llegaron a la madurez de la visión plena, a las cautelosas selecciones y rechazos, a los dolorosos borrones e interpelaciones.”

La sugerencia:
Practiquemos a partir de lo que escriben los autores, no a partir de lo que dicen.


El Pensador, Auguste Rodin (1840-1917)



Mentiras piadosas

Tanto afirmando que escribían al vuelo de la pluma como confesando su esfuerzo matemático, los escritores mintieron:

Sin esfuerzo
Coleridge, el poeta, contaba que una vez se quedó profundamente dormido durante unas tres horas. En ese lapso, se le aparecieron en la mente cerca de trescientos versos. En cuanto se despertó, intentó transcribir (no escribir) el largo poema “recibido”, pero una visita inesperada no se lo permitió. Tiempo después recuperó una parte y así surgió Kubla Khan. Sin embargo, muchísimos años más tarde, se demostró que el poema era producto de cantidad de imágenes y palabras extraídas de sus lecturas y que él conservaba cuidadosamente guardadas.

Con esfuerzo
La visión opuesta, pero con los mismos resultados, es la que nos da Poe.
El contaba que compuso su poema El cuervo paso a paso, siguiendo el mismo desarrollo que los que se llevan a cabo en una demostración matemática. Sin embargo, también se pudo comprobar  que el texto fue corregido, transformado y vuelto a elaborar a partir de pruebas y más pruebas.



Y tu ¿Qué piensas?

sábado, 20 de diciembre de 2014

Técnicas y temas del oficio – Autorretrato – Taller de textos



TALLER DE TEXTOS

Autorretratarse es una forma de examinarnos a nosotros mismos. Practicar las propuestas indicadas a continuación y observar qué ocurre.

Propuesta 1: Autorretratarse

Mirarse unos minutos en el espejo y apuntar lo que observamos. Pensar lo que dirían de nosotros:

un vecino
nuestro padre
un desconocido

A continuación apuntarlo. Será material para aprovechar más adelante


Propuesta 2: Luces y sombras

Escribir el autorretrato de una mujer que se desespera ante los espejos del hotel en el que se aloja:

En uno, iluminado por luz artificial, se ve de una manera.
En otro, iluminado con luz natural, se ve de otra.


Propuesta 3: Vestir

Vestir a un personaje real o inventado. Si bien “vestir” puede referirse a “cubrir con determinadas prendas”, no necesariamente en un texto hay que ser fiel a la realidad. Por lo tanto, se puede –más aun se debe- jugar con dicho término en cualquier sentido.


Propuesta 4: Sin espejos

Escribir un autorretrato que hace de sí mismo un hombre que vive en un lugar donde no existen los espejos.


Propuesta 5: A partir de

Imaginar que caminando por la calle nos encontramos con nuestro doble. Contar cómo es esa persona tan idéntica a nosotros.


Propuesta 6: Comparar

Escribir el retrato de un amigo/a, familiar o alguien conocido y después realizar vuestro autorretrato comparándolo con el retrato realizado.

Ejemplo de retrato:

“Uno de sus ojos espía los recuerdos, el otro mira. Un horizonte azul es un paisaje verde para ella. Se equivoca y regresa.
Es alta. Morena o rubia, quién sabe…
Curiosea cada frase como si fuera la última. Le prometieron el cielo y se compró una nube. Navega en una historia que no tiene nombre. Si la nombran, responde. Dice que la luna se asombra y persigue una ciudad que no le pertenece.”



domingo, 14 de diciembre de 2014

Técnicas y temas del oficio – Autorretrato – Parte 3 de 3


La descripción interna

Lo que hace a nuestra interioridad, estados, sensaciones, maneras de pensar, deseos, fobias, frustraciones, también nos retrata. El autorretrato constituido por estos aspectos funda un movimiento hacia el centro de uno mismo que suele materializarse en la poesía.





Lo vemos en Violento idílico, de Miguel Labordeta:

"Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía (…)"


El empleo de otros medios

Para autorretratarnos, no sólo podemos recurrir a la descripción física o psíquica, sino también a nuestros modos de ser. Responder a por qué hacemos tal o cual cosa nos aportará material al respecto. Siempre el interrogante es productivo. Lo ejemplificamos con una pregunta de la escritora Nathalie Goldberg: por qué escribo, y algunas de las respuestas que ella misma nos da:

1        Porque soy un cretino.
2       Porque quiero darle una buena impresión a los chicos.
3       Para darle gusto a mi madre.
4       Porque cuando hablo nadie me escucha.
5       Para hacer la revolución.
6       Para escribir la novela más grande de todos los tiempos y convertirme en millonario.
7        Porque soy un neurótico.
8       Porque soy la reencarnación de Shakespeare.
9       Porque tengo algo que decir.


Para practicar, podemos investigar nuestros modos de ser a partir de una serie de preguntas:

·       ¿Por qué me irrito?
·       ¿Por qué no puedo recordar?
·       ¿Por qué tengo miedo?
·       ¿Por qué vivo con prisas?
·       ¿Hasta dónde quiero llegar?
·       ¿Por qué no hago algo para remediar lo que me preocupa?

Las respuestas, agrupadas en distintas constelaciones, corresponderán a autorretratos posibles y distintos. De unas respuestas, y no de otras, surge un personaje.




Recapitulando…

1    Retratarse uno mismo puede ser un medio de conocimiento.

2  El autorretrato es una descripción física y psíquica que se hace de uno mismo.

3  Para utilizar el autorretrato como técnica narrativa es importante ser objetivos.

4  Cuando se autorretrata a un personaje ha de hacerse con una justificación.

5   Se puede autorretratar desde diferentes enfoques. Elegir el más adecuado a lo que se quiere contar.

6  El autorretrato interno suele materializarse en la poesía.

7    No sólo se puede autorretratar el aspecto físico o psíquico, también se puede describir nuestra forma de ser.



sábado, 6 de diciembre de 2014

Técnicas y temas del oficio – Autorretrato – Parte 2 de 3

Necesidad del autorretrato

La técnica del retrato o del autorretrato en la novela es típica en la novela tradicional, sobre todo de la correspondiente a la corriente realista donde se empleaba para reflejar la realidad. Al respecto, nos aclara Carlos Fuentes:

“La cárcel del realismo es que por sus rejas sólo vemos lo que ya conocemos. La libertad del arte consiste, en cambio, en enseñarnos lo que no sabemos. El escritor y el artista no saben: imaginan. Su aventura consiste en decir lo que ignoran. La imaginación es el nombre del conocimiento en literatura y en arte. Quien sólo acumula datos veristas, jamás podrá mostrarnos como Cervantes o como Kafka, la realidad no visible y sin embargo tan real como el árbol, la máquina o el cuerpo.”

Es decir:
No se trata de ser lo más verista posible a la hora de autorretratar a un personaje y tomar de la realidad una serie de rasgos físicos normales y corrientes que no lo identifican, a saber:
·         pelo negro
·         ojos marrones
·         nariz recta
·         boca mediana
·         un metro sesenta de estatura

O elegir una serie de datos poco comunes y utilizarlos, ponérselos al protagonista sin que lo que se desea relatar lo justifique, a saber:
·         dos verrugas en la mejilla izquierda
·         una cicatriz en el labio
·         una ceja más alta que la otra
·         ausencia de pestañas

Como vemos, ni la primera ni la segunda lista nos servirá, por distintos motivos. La primera es inadecuada porque son elementos poco significativos, obvios. La segunda no se puede utilizar si no es porque con ese dato se quiere indicar algo más.
Lo conveniente es elegir determinados rasgos (incluso los precedentes) para indicar otra cosa, otra realidad: para construir un personaje tipo como símbolo de un mundo o de una situación determinados.


Ben Gunn, el hombre de la isla, en un grabado de William Pager, 1899

Por ejemplo, en La isla del tesoro, el autor lo hace de la siguiente manera para destacar la situación de abandono:

“Me acerqué y pude comprobar que era un hombre de raza blanca, como yo, y que sus facciones hasta resultaban agradables. La piel, en las partes visibles de su cuerpo, estaba quemada por el sol; hasta sus labios estaban negros, y sus ojos azules producían la más extraña impresión en aquel rostro abrasado. Su estado andrajoso ganaba al del más miserable mendigo que yo hubiera visto o imaginara. Se había cubierto con jirones de lona vieja de algún barco y otros de paño marinero, y toda aquella extraordinaria colección de harapos se mantenía en su sitio mediante un variadísimo e incongruente sistema de ligaduras: botones de latón, palitos y lazos de arpillera. Alrededor de la cintura se ajustaba un viejo cintón con hebilla de metal, que por cierto era el único elemento sólido de toda la indumentaria.
-¡Tres años! –exclamé-. ¿Es que naufragaste?
-No, compañero –dijo-. Me abandonaron”

Si hacemos la lista de rasgos físicos y otros elementos que emplea el autor en este caso, tenemos:

·         raza blanca: identificación con el narrador;
·         piel quemada por el sol: paso del tiempo;
·         labios negros: abandono;
·         ojos azules: contradicción con el resto de los datos que indica un mundo diferente, al que el personaje perteneció;
·         rostro abrasado: paso del tiempo;
·         harapos: abandono;
·         viejo cinturón: abandono.

Como vemos, cada uno de los aspectos señalados está justificado.


Cómo enfocar

El autorretrato físico se puede organizar de diversas maneras. En general, y es una característica de la literatura actual, no hay un enfoque absoluto o puro, sino que los diferentes enfoques se entrelazan entre sí, se combinan, incluidas la autobiografía y las memorias.
Algunas de las variantes con las que podemos trabajar son:

1  Describiendo la cara o el cuerpo: las manos, los pies, etc, o el cuerpo entero, el conjunto

En el primer caso, se pueden destacar los ojos o la boca, por ejemplo, y conseguir diferentes objetivos:

·        herencia: tengo los ojos amarillentos, como mi abuelo;
·        erotismo: mi boca es carnosa como corresponde a una buena amante;
·        desvalorización: mis ojos son pequeños como los de las ratas.

En el segundo, ocurre lo mismo pero se pueden incorporar escenarios más vastos al poder situar, por ejemplo, el cuerpo en relación con la balanza; con los vestidos, etc.:

·        angustia: peso más de la cuenta;
·        horror: soy sólo mi sombra;
·        seducción: mi cintura se destaca a través del vestido de gasa.

2  Empleando diferentes enfoques al describir tanto parte como el conjunto

·        Desde una mirada satírica:
El personaje se autorretrata seleccionando rasgos que lleven a la ironía. Tomamos un ejemplo de La última viuda de la confederación lo cuenta todo, de Allan Gurganus, que emplea la comparación. El narrador es la protagonista que describe un aspecto de su cara:

"Ahora hay más agitación, la gente viene a visitarme a mí. Dicen que les intereso. Como tu, que has puesto esa grabadora sobre mi cama. Pero estás muy lejos. Acerca más esa silla de plástico, chica… Ahora está mejor. Una cara bonita. ¡Oh!, sé qué aspecto tiene la mía: arrugada y abollada como una calabaza seca. Pero lo mismo pasa con lo que hay detrás. ¿No dicen que cuanto más lista es una persona más arrugado tiene el cerebro? Bueno, chica, si lo que hay dentro de mi tiene el aspecto de lo que me cuelga por fuera, creo que debo haber llegado al nivel de los genios."

·        Desde una mirada fantástica:
El personaje se autorretrata haciendo una descripción irreal que apunta a contar algo que está más allá de lo que cuenta.
Lo vemos en El interior de la noche, un cuento de Antonio Tello, donde en lo real se cuela lo fantástico que inquieta:

"Un amigo me salvó la vida y me condenó para su mayor gloria. Apenas si recuerdo aquel que era cuando comenzaron a correr de boca en boca historias extraordinarias sobre mí. Según mis contemporáneos morí de enfermedad primero y de una pendencia de juego después.
Lo cierto es que estoy cansado. Soy tan viejo que me pesan las generaciones pasadas y las que vendrán, la continua reiteración de lo creado, mientras la membrana que constituye mi cuerpo crece como una telaraña viva. Mi alma es ese débil filamento que se pierde en el negro celoma; una medusa brillante en las profundidades del tiempo donde estoy encarcelado."