viernes, 25 de enero de 2013

Técnicas y temas del oficio – El diario íntimo/2 – Parte 3


Fragmentos de un diario

Veamos algunos fragmentos de los diarios del dramaturgo Eugenio Ionesco, en los que incluye reflexiones acerca de la vida, de la muerte, del arte y breves cuentos satíricos. Se caracteriza por indicar únicamente el año, sin especificar mes ni día. Fluctúan entre 1940 (época de sus recuerdos) y 1967 (tiempo de la escritura). Son notas sueltas de sus cuadernos, que repasa y copia. Los fragmentos están separados entre sí por un asterisco.
Es, por lo tanto, una manera diferente de construir un diario, que queda a medio camino entre el relato ficticio y el autobiográfico. Especialmente, en algunos conjuntos de fragmentos. A continuación citamos un fragmento de cada conjunto: el que contiene la síntesis de lo que desarrolla después, en los fragmentos escritos a continuación.
La diferencia con otros diarios está dada no sólo por la agrupación temática que comentamos, sino porque cada tanto retoma los temas y porque no especifica, salvo excepciones, en momento de la transcripción.

Primer fragmento:
“Cuando se tiene la mal suerte de haber nacido se debería tener, por lo menos, el consuelo de vivir bien y cómodamente (…)”

Segundo fragmento:
“M. acaba de casarse con una muchacha; muy bella, muy pura parecía ser. Le engaña tres semanas después de la boda. Se lo dice (…)”

Tercer fragmento:
“Es muy sencillo. El mundo debe ser conducido por aquellos a quienes les interese conducirlo. ¿Quién merece conducir el mundo? (…)”


Diarios de mujeres

La mayoría de las escritoras occidentales han llevado un diario como un medio de mitigar la espera del amor o como vía de escape ante una realidad que hasta no hace muchos años las convertía en seres castrados por la sociedad o rebeldes en potencia. De algunas de ellas y de otras tantas mujeres del siglo XX quedaron sus vidas eternizadas literariamente.
Elegimos algunos párrafos muy significativos, como significativas son sus autoras:

Rebelarse, de Isadora Duncan

“Antes de que yo naciera, mi madre sufrió una crisis espiritual. Su situación era trágica: no podía tomar ningún alimento, sólo ostras y champagne (…) Empecé a bailar en el seno de mi madre, seguramente por el efecto de las ostras y del champagne: el alimento de Afrodita. El carácter de un niño ya formado en el seno de su madre. Yo era una bailarina y una revolucionaria.”

Isadora Duncan tuvo una historia personal excepcional: educada por su madre separada, que la introdujo en el culto a la belleza, la libertad, el arte, el ateísmo, y nutrida por autores como Shelley, Keats y Burns, hizo de su vida un olimpo de danza y extravagancia. Su diario trasmite un estado de rebeldía y una mirada irónica de la vida. Era, también, su válvula de escape.

Foto de Isadora Duncan

Adueñarse de un mundo, de Carson McCullers

“Un día, cuando tenía 4 años, pasé por delante de un convento. En contra de lo habitual, las puertas del convento estaban abiertas y vi, en el interior, niños que comían helados y jugaban en un columpio de metal. Los contemplé, fascinada. Quise entrar, pero mi acompañanta me dijo que no, que no podía porque yo no era católica. Al día siguiente, el portal del convento estaba cerrado. Pero, más tarde, pensé a menudo en aquella fiesta de la que estaba excluida. Quise escalar el muro, pero era demasiado pequeña. Estaba convencida de que, al otro lado, se celebraba una fiesta maravillosa en la que no podía participar.”

McCullers mira al mundo como un universo ajeno, del que no formaba parte, incluso en los últimos momentos de su vida. Por lo tanto, el diario significó para ella un espacio –el de la página- del que podía adueñarse, al que podía entrar tantas veces como quisiera.