El diario como vicio
También hablan de la vida
otros escritores cuyos diarios, en algunos casos, sólo podían haberse publicado
después de su muerte porque el único tema es el yo ante la vida, no van
destinados a nadie.
Así tenemos el diario de
Jules Renard, el de Kafka, el de Pavese, en los que los autores escriben sin
pausa. Es como si en lugar de escribir como acto de vida, apuntar como descarga
o como análisis, el vicio del diario se agudizase como cualquier otro vicio.
Entonces se vive para llenar el diario, se coleccionan vivencias para
incluirlas en él. Se ha dicho que se trata de seres que no pueden experimentar
la vida más que a través de esa escritura compulsiva.
Le ocurrió tanto a Camus
como a la Mansfield
que se expresa, por ejemplo, de la siguiente manera:
“28 de
enero – No me acordaré nunca de lo que ha pasado hoy. Ha sido un día vacío.
Quizá al final de mi vida lo desee, lo quiera volver a tener. Había luna nueva;
de esto me acuerdo. Pero quien vino o lo que hice, todo eso se perdió.”
Se puede observar una
especie de avidez por recordar y en realidad se recuerda con el fin de
apuntarlo, de llenar el diario. Lleno es lo contrario de vacío y el vicio de
agregar cosas y más cosas en el diario lo sustituye y les permite superar la
angustia ante ese vacío. No existe para estos seres el pánico antes la página
en blanco pues se pasan la vida evitándolo. Es decir que tal vez esa página simboliza
para ellos un acto de vida, lo contrario es la nada. En ese aspecto la Mansfield coincide con
otros escritores como Kafka, que apunta:
“5 de febrero.
Buena mañana, imposible recordarlo todo.”
Así se trate de:
·
un diario íntimo de tipo personal, en el que se registran
los momentos especiales o los no especiales, pero que son simplemente de cada
día;
·
un diario de notas tomado como motivo primordial de la
vida;
·
el diario convertido en estructura de una novela.
|
En cualquiera de los tres
casos, decíamos, hay un esquema muy parecido que consiste en:
·
exposición fragmentada y separada por las marcas
temporales;
·
discurso espontáneo, especialmente cuando se escribe en
presente y corresponde a la transcripción casi simultánea de los hechos con
el momento en que ocurren
|
En este tipo de discurso
no hay un orden lógico ni una necesaria relación entre cada declaración; es
decir, entre las frases o las ideas que componen los fragmentos. Menos aun
entre los fragmentos.
Nota personal: no estoy muy de acuerdo con la afirmación de “No existe para estos
seres el pánico ante la página en blanco pues se pasan la vida evitándolo”,
refiriéndose a los escritores que escriben en su diario de manera casi
compulsiva, o quizás sí, el caso es que me parecen seres complejos, con miedo
no sólo a la página en blanco –pues ese miedo sobreviene cuando lo que
pretendes escribir es trabajo y no tus vivencias, deseos, pasiones, etc.-, sino a muchas otras
cosas: a una vida en blanco, a perder los recuerdos –a mí me pasa, hasta el
punto que he retomado varias veces la afición a escribir un diario y otras
tantas lo he dejado por razones que no vienen al caso-.