El siguiente cuento de
Pedro Orgambide, titulado Día duro, está estructurado basándose a
fragmentos mínimos de tiempo, gracias a los cuales crece la intensidad y se
constituye el personaje típico de una adolescente:
“A las
11.30 del sábado la adolescente se levanta de la cama y lo primero que hace es
prender el televisor. Cambia de canal. Vuelve a cambiar. Apaga.
A las
11.40 levanta el tuvo del teléfono para comprobar si tiene tono.
A las 12
se prepara un té y lo toma mirando por la ventana, mientras con el dedo va
escribiendo su nombre en el vidrio empañado.
A las
12.30 se para en medio del living y le declara al mundo que se está aburriendo.
Dice en voz alta ‘Estoy aburrida’.
A as 12.35
se sienta en un sillón con una pila de revistas, las hojea y as va tirando al
piso.
A las
12.45 deja el sillón, va a la cocina, vuelve de la cocina, va al dormitorio,
vuelve del dormitorio, se detiene otra vez en la mitad del living y se lamenta:
‘Estoy aburrida’.
A las
12.50 vuelve a prender el televisor.
A las 13
apaga el televisor y prende la radio.
A las
13.20 se para delante del espejo, se mira argo y dice: ‘Estoy fea’.
A las
14.05 abre una carpeta y escribe un poema que se titula: ‘Aunque nadie me
entienda’.
A las
14.40 vuelve al espejo, se estudia con cuidado y dice: ‘Estoy gorda’.
(…).
A las
18.10 suena el teléfono. La adolescente se abalanza a atender y en el camino
voltea una silla. Antes de levantar el tubo se contiene, hace una pausa y cuando
dice hola su voz suena indiferente y un poco misteriosa y también un poco
lánguida. Sostiene un diálogo con frases entrecortadas, afirmaciones y
negativas. Por momentos sus respuestas se endurecen y después se ablandan,
aunque nunca demasiado ni para un lado ni para el otro, y se nota que está
manejando con cuidado alguna estrategia para poder seguir disputando una
posición de fuerza.
A las
18.20, con tono neutro, acepta concurrir a una cita dentro de media hora.
A las
18.23 se despide, cuelga, levanta los brazos, suelta un gritito y ríe.
A las
18.24 corre a cambiarse de ropa y hay gran ruido de cajones que se abren y se
cierran.
A las
18.30 se mete en el baño, se peina, se pinta los ojos y canta en voz baja.
A las
18.40 se pone la campera y se prepara para salir. Llega hasta la puerta, pega
media vuelta, regresa, se para delante del espejo, se mira de frente, se mira
el perfil derecho, se mira el perfil izquierdo, dice: ‘Que linda soy’ y se va.”
Como se puede observar, si
eliminásemos los indicadores horarios no se conseguiría el mismo efecto en el
cuento anterior.
Sin embargo hay partes del
diario de Katherine Mansfield donde se reemplazan las referencias de las fechas
por epígrafes o títulos tales como: Los ríos de la
China ; La cocinera; La muerte; etc. que cumplen la misma función.
Evidentemente, los
mecanismos organizadores del relato son, en ambos ejemplos, las referencias que
los dividen en fragmentos.