domingo, 22 de febrero de 2015

Secretos y recursos de la creatividad – Teoría de la inspiración – Taller de textos


TALLER DE TEXTOS

Escribir es un oficio y se puede hacer bien o mal, pero debemos practicarlo utilizando todos los medios posibles, como por ejemplo los ofrecidos en las siguientes propuestas.

Propuesta 1: Recordar

Durante unos minutos, tratar de recordar algo agradable y algo desagradable de nuestra vida. Anotarlo y, después de las notas obtenidas recoger aquello que resulte significativo y realizar un texto.

Propuesta 2: Desechos

Con el material sobrante de la propuesta anterior, rehacer el recuerdo como si fuera pura anécdota, nada importante.

Propuesta 3: Construir

Construir una historia con los siguientes elementos:

  • Un hombre que odia a su mujer
  • Una mujer que odia a su amante y odia a su marido
  • Una madre que odia a su hija y ama a su yerno


Propuesta 4: Principio-final

Dados el principio y el final de un cuento de Cortázar, completar el medio.

Principio:
“Había empezado a leer la novela unos días antes.  La abandonó por negocios urgentes, volvió abrirla cuando regresaba en tren a la finca: se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes.”

Final:
“En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.”


Propuesta 5: A partir de

Escribir a partir del siguiente texto:

Cautivo
“Perdido en un rincón de pensamiento, en un presente indiferente, sin ayer ni mañana, observa el pez anaranjado que, ajeno, nada en el estanque del jardín. Como quien no tiene nada que esperar, sin decantarse al juego de una juiciosa balanza, ni al deseo por tomar el rumbo que un día perdió. Sin invadir paisajes ni caminos desiertos. . Sin tomar lo que es propio del pensamiento ajeno. Sin esperar el otoño ni el nacimiento de la primavera.
Antes, un recuerdo vago caminaba por el espacio de su mente, cuando sus manos eran más pequeñas y más tiernas. Un rostro blanco enmarcaba entonces aquella penetrante mirada que gravitaba en su interior: la de esos dos ojos negros que lo acompañaban siempre, invisibles, anónimos, para sonreir de vez en cuando.
Perdido sigue el pez, con sus manos grandes y morenas, intentando que no lo atrapen, en un juego inocente. Arriba, en la ventana, la enfermera observa.”

Ana Melenchón