lunes, 27 de febrero de 2012

Secretos y recursos de la creatividad – Claves del proceso creativo – Parte 3 de 5


Trabajar el campo ficticio personal

Desarrollar la fantasía es reencontrarse con las primeras matrices imaginarias de los primeros juegos. Juego es salud.

    1   La palabra es uno de los primeros juguetes del bebé. Recuperar el placer de la palabra a través del contacto lúdico con la sustancia de la expresión es lo que nos conviene. Sonidos, letras sílabas, rimas, todo es parte del juego. Incluso se puede crear a partir de los crucigramas o las sopas de letras que aparecen en las revistas o en los periódicos. Inventarse caminos de casillero a casillero; elegir palabras determinadas; escribir algo relacionado con una de las definiciones, etcétera.

2   Por otra parte, si crear es la capacidad del individuo de organizar de otro modo la realidad y atreverse a “ser el otro”, para trabajar el campo ficticio personal podemos ejercitarnos durante unos minutos cada día, cada semana o cada mes, imaginando que somos alguien totalmente diferente a como creemos que somos. Los resultados se verán en el texto



La sugerencia:
Rescatar la espontaneidad del niño. Jugar y crear con todo lo que se tiene a mano.


Nota personal: el ejercicio número dos: trabajar el campo ficticio personal, relativo a jugar a ser otro, es muy recomendable también desde el punto de vista creativo, ya que cuanta más facilidad tengamos para ponernos en la piel de otro, más creíble será, por ejemplo, el cambio de tono en el diálogo de dos o varias personas y, más aun, hacer un cambio de narrador si el texto lo necesitase. Eso por una parte, por otra, quiero que si todavía le tenéis algún respeto al papel en blanco, se lo perdáis del todo, tomad la escritura como un juego, ¡divertiros!, porque escribir puede ser una terapia contra otros tiempos, pero también puede ser un rato de esparcimiento que os entretenga a vosotros seguro, y quien sabe si a mucha más gente…



Los modos de mirar

Los jóvenes, ella y él:
Se miran con picardía. Se clavan la vista. No desvían los ojos el uno del otro.

La señora mayor:
Mira hacia abajo y hacia adentro, por detrás, mucho más allá de las arrugas. No levanta la vista en ningún momento.

El escritor:
Los mira tanto a los unos como a la otra. Están enfrentados en dos asientos de un vagón en el metro. Mira, además, todo los que los rodea y lo rodea a él. Incluso alcanza a registrar la nariz de payaso de un hombre que ha bajado en la última estación. El escritor apunta todo, consigue imaginar un cuento y se dice, al llegar al final del trayecto, que en este viaje le ha venido la inspiración.


Nota personal: no me cansaré de repetir lo importante que es para mí que un escritor tenga un “modo de mirar” diferente, sin prejuicios, que vaya siempre un paso más allá. El mundo que te rodea será una inagotable fuente de inspiración si lo sabes mirar.


El lenguaje como terapia

Dijo Oscar Wilde que algunos hombre viven la novela que no pudieron escribir, en tanto que otros escriben la novela que no pudieron vivir. En este sentido la redacción literaria se perfila como un recurso beneficioso.
Que el lenguaje se considere una terapia no es algo nuevo.
Hay dos grandes ramas que no existirían si no fuera porque pertenecen al rico tronco del lenguaje: la religión y el psicoanálisis. Estas ramas son las que, cada cual a su manera, curan con la palabra.
En los dos casos, tanto en el religioso como en el psicoanalítico, hay una relación inmediata con el proceso creativo. El desahogo se vincula a la etapa previa a la escritura. Si bien la catarsis es conveniente para la salud, el material resultante no es un hecho estético, sino que se puede aprovechar para transformarlo en texto literario.


Hablar antes de escribir

Cierta vez una escritora dijo: “Al escritor le corresponde la tarea de escuchar los chismes y transmitirlos a os demás. Es así como el narrador aprende los hechos de la vida”.
Para muchas de las personas que escriben, hablar como modo de provocar la conversación de los demás es un método innecesario. Son los que alaban el silencio como la situación ideal para crear.
Para otros, provocar las historias ajenas constituye un buen ejercicio previo a la escritura.
Consideremos alguna posibilidad de hacerlo:
Pedir que nos cuenten anécdotas vividas en un período determinado de la vida. Para ello, hacer preguntas específicas a nuestro interlocutor es lo más apropiado.
Este ejercicio puede darnos como resultado anécdotas como la siguiente:

Mi padre saltó de un balcón al balcón vecino porque se había olvidado las llaves de casa y después se enteró de que la puerta estaba abierta.

Cuando era niña me escondía debajo de la mesa para leer historietas y un día me sentí descubierta por una cucaracha.

La aplicación del ejercicio:
Los resultados de nuestra conversación provocada pueden ser:

1. Utilizar la anécdota tal como nos la contaron.
Tanto la primera como la segunda de las anécdotas podemos convertirlas en un cuento breve.

2. Utilizar los datos de la anécdota recibida. Por ejemplo:
Mi padre saltó de su balcón
La puerta estaba abierta
Me escondía debajo de la mesa
Leer historietas
Me sentí descubierta

            3. Recoger palabras de distintas anécdotas que nos resulten motivadoras y usarlas.



Recapitulando…


1 Asociar libremente

2  Afrontar el proceso creador con espíritu positivo

3  Romper estereotipos a la hora de escribir

         4  Convencerse de que cualquiera puede escribir

5  No censurar durante el proceso de escritura

         6  Sorprenderse frente a todo lo que nos rodea a la busca de material

7  Mirar una misma cosa de diferentes maneras

8  Convertirnos en quienes no somos ni seremos nunca

9  Aprovechar todos los juegos conocidos para crear


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