Trabajar el campo ficticio personal
Desarrollar la fantasía es reencontrarse con las primeras
matrices imaginarias de los primeros juegos. Juego es salud.
1 La palabra es
uno de los primeros juguetes del bebé. Recuperar el placer de la palabra a
través del contacto lúdico con la sustancia de la expresión es lo que nos
conviene. Sonidos, letras sílabas, rimas, todo es parte del juego. Incluso se
puede crear a partir de los crucigramas o las sopas de letras que aparecen en
las revistas o en los periódicos. Inventarse caminos de casillero a casillero;
elegir palabras determinadas; escribir algo relacionado con una de las
definiciones, etcétera.
2 Por otra parte, si crear es la
capacidad del individuo de organizar de otro modo la realidad y atreverse a
“ser el otro”, para trabajar el campo ficticio personal podemos ejercitarnos
durante unos minutos cada día, cada semana o cada mes, imaginando que somos
alguien totalmente diferente a como creemos que somos. Los resultados se verán
en el texto
La
sugerencia:
Rescatar la
espontaneidad del niño. Jugar y crear con todo lo que se tiene a mano.
Nota personal: el
ejercicio número dos: trabajar el campo ficticio personal, relativo a jugar a
ser otro, es muy recomendable también desde el punto de vista creativo, ya que cuanta
más facilidad tengamos para ponernos en la piel de otro, más creíble será, por
ejemplo, el cambio de tono en el diálogo de dos o varias personas y, más aun,
hacer un cambio de narrador si el texto lo necesitase. Eso por una parte, por
otra, quiero que si todavía le tenéis algún respeto al papel en blanco, se lo
perdáis del todo, tomad la escritura como un juego, ¡divertiros!, porque
escribir puede ser una terapia contra otros tiempos, pero también puede ser un
rato de esparcimiento que os entretenga a vosotros seguro, y quien sabe si a
mucha más gente…
Los
modos de mirar
Los jóvenes, ella y él:
Se miran con picardía. Se
clavan la vista. No desvían los ojos el uno del otro.
La señora mayor:
Mira hacia abajo y hacia
adentro, por detrás, mucho más allá de las arrugas. No levanta la vista en
ningún momento.
El escritor:
Los mira tanto a los unos
como a la otra. Están enfrentados en dos asientos de un vagón en el metro.
Mira, además, todo los que los rodea y lo rodea a él. Incluso alcanza a
registrar la nariz de payaso de un hombre que ha bajado en la última estación.
El escritor apunta todo, consigue imaginar un cuento y se dice, al llegar al
final del trayecto, que en este viaje le ha venido la inspiración.
Nota personal: no
me cansaré de repetir lo importante que es para mí que un escritor tenga un
“modo de mirar” diferente, sin prejuicios, que vaya siempre un paso más allá.
El mundo que te rodea será una inagotable fuente de inspiración si lo sabes
mirar.
El lenguaje como terapia
Dijo Oscar Wilde que algunos hombre viven la novela que no
pudieron escribir, en tanto que otros escriben la novela que no pudieron vivir.
En este sentido la redacción literaria se perfila como un recurso beneficioso.
Que el lenguaje se considere una terapia no es algo nuevo.
Hay dos grandes ramas que no existirían si no fuera porque
pertenecen al rico tronco del lenguaje: la
religión y el psicoanálisis. Estas ramas son las que, cada cual a su
manera, curan con la palabra.
En los dos casos, tanto en el religioso como en el
psicoanalítico, hay una relación inmediata con el proceso creativo. El desahogo
se vincula a la etapa previa a la escritura. Si bien la catarsis es conveniente
para la salud, el material resultante no es un hecho estético, sino que se
puede aprovechar para transformarlo en texto literario.
Hablar antes de escribir
Cierta vez una escritora dijo: “Al escritor le corresponde
la tarea de escuchar los chismes y transmitirlos a os demás. Es así como el
narrador aprende los hechos de la vida”.
Para muchas de las personas que escriben, hablar como modo
de provocar la conversación de los demás es un método innecesario. Son los que
alaban el silencio como la situación ideal para crear.
Para otros, provocar las historias ajenas constituye un buen
ejercicio previo a la escritura.
Consideremos alguna posibilidad de hacerlo:
Pedir que nos cuenten anécdotas vividas en un período
determinado de la vida. Para ello, hacer preguntas específicas a nuestro
interlocutor es lo más apropiado.
Este ejercicio puede darnos como resultado anécdotas como la
siguiente:
Mi padre saltó de un balcón al balcón vecino porque se había olvidado
las llaves de casa y después se enteró de que la puerta estaba abierta.
Cuando era niña me escondía debajo de la mesa para leer historietas y
un día me sentí descubierta por una cucaracha.
La aplicación del ejercicio:
Los resultados de nuestra conversación provocada pueden ser:
1. Utilizar la anécdota tal como
nos la contaron.
Tanto la primera como la segunda
de las anécdotas podemos convertirlas en un cuento breve.
2. Utilizar los datos de la
anécdota recibida. Por ejemplo:
Mi padre saltó de su balcón
La puerta estaba abierta
Me escondía debajo de la mesa
Leer historietas
Me sentí descubierta
3. Recoger
palabras de distintas anécdotas que nos resulten motivadoras y usarlas.
Recapitulando…
1 Asociar
libremente
2 Afrontar el proceso creador con espíritu positivo
3 Romper estereotipos a la hora de escribir
4 Convencerse de
que cualquiera puede escribir
5 No censurar durante el proceso de escritura
6 Sorprenderse
frente a todo lo que nos rodea a la busca de material
7 Mirar una misma cosa de diferentes maneras
8 Convertirnos en quienes no somos ni seremos
nunca
9 Aprovechar todos los juegos conocidos para
crear
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