jueves, 2 de febrero de 2012

MI TALLER DE TEXTOS - EL VIEJO MAESTRO



Este es el resultado que una de las propuestas del Taller de Textos han provocado en mí y que quiero compartir con vosotros – no transcribo todas las respuestas porque este es un espacio para que todos aprendamos, no para divulgar mis textos - espero que os guste… cualquier sugerencia o vuestros propios ejercicios los podéis compartir más abajo, en el apartado “comentarios”.



Propuesta elegida

Propuesta 3 – A la caza de ideas

Escribir un texto a partir de la siguiente frase:
Hay ventanas para mirar hacia fuera y las hay para mirar hacia adentro


EL VIEJO MAESTRO 

"Hay ventanas para mirar hacia afuera y las hay para mirar hacia adentro". Así comenzó a hablar el viejo maestro, admirable persona y gran pedagogo que mi torpe juventud no supo apreciar en su justa medida, de lo que ahora me arrepiento ¡podía haber aprendido tanto! "Las primeras las vemos siempre - continuó -... ahora mismo, a nuestro lado: por ellas vemos las vidas que vivimos, lo que deseamos y aborrecemos en la vida terrena, pero las segundas... esas no se ven, esas sólo las sentimos en ciertos momentos, íntimos y profundos, y a través de ellas podemos observar, aunque difusas, las cosas realmente importantes: lo que somos, lo que creemos, lo que de verdad nos mueve o paraliza (...) son momentos de lucidez extrema, quizás por eso mismo nos deslumbran y difuminan los contornos de lo que nos importa tanto. Todo se traza, como en arena de playa azotada por el viento, que se borra según se va escribiendo...".

Recuerdo que yo le miraba sorprendido, como el resto de la clase. Cuando empezó su discurso de despedida, una parte de mí pensó que chocheaba, aunque por suerte la otra me dijo que era muy lúcido, ahora pienso que más lúcido de lo que yo seré jamás

"... La verdad es que, después de todo - estaba terminando su despedida -, todo lo que os he enseñado, a los que me habéis hecho caso, claro - se rió con ganas al decir esto, recuperó la seriedad, aunque quedó en sus labios una leve sonrisa, no sé si de sarcasmo, tristeza o ambas cosas - y todo lo que aprenderéis de ahora en adelante, de poco valdrá si no os ayuda a ser felices... ¡Pero cuidado! esto dependerá, en gran medida, de vosotros mismos, sólo tenéis que meteros en esas duras cabezotas que cada uno tiene su camino hacia la felicidad, y que quizás la felicidad es, precisamente, el transitar por ese camino que se ha elegido, y no el lugar hacia donde pensamos que se encaminan nuestros pasos... Resumiendo, hijos míos, haced que vuestra vida sea sobre todo eso, ¡vuestra!"

Una semana después de terminar las clases, me crucé con él por la calle. Caminaba por la acera de enfrente, despacio, ensimismado, con la mirada clavada en el suelo. Yo le miraba fijamente y, de repente, levantó la cabeza, me miró, primero sin reconocerme, para luego dar un leve respingo, antes de dibujar una gran sonrisa y levantar la mano para saludarme. Esa fue la última vez que lo vi. Alguna noche de aquel verano, pasaba caminando al lado de su casa, veía luz, me acercaba. Una vez tuve la mano a menos de cinco centímetros de su timbre... me lo imaginaba en bata y zapatillas, en su sofá favorito leyendo un enorme libro, sólo, jubilado ya, quizás haciendo el gesto de levantarse para ir a preparar la clase del día siguiente, para enseguida negar con la cabeza y decirse a si mismo, riendo "¿dónde vas viejo tonto? si primero, es verano y, aun más importante, estás ya jubilado... qué poderosa es la costumbre"

Abrí la carta de mi madre. Habían pasado bastantes años desde la última vez que vi al viejo maestro. Llevaba cuatro meses en la facultad, en la gran ciudad, orgulloso de mi juventud, de mi condición de universitario, de mi coche... Al final de la carta, entre otras cosas que carecían de importancia, mi madre dijo que el viejo maestro había muerto sólo en su casa, sin nadie a su lado, mientras dormía, y que había ido un montón de gente al entierro, que habían ido incluso de la ciudad. 

Como un mazazo, la conciencia me hizo ver que apenas me había acordado de él más de dos o tres veces en todos esos años, y desde luego ni había preguntado por él... Lloré amargamente, mirando al suelo de mi habitación. Esa fue la primera vez que la gran ciudad me pareció triste y gris, y también fue cuando me prometí seguir sus enseñanzas. 


Ahora puedo decir, querido maestro, que siento el orgullo de poder decir que mi vida es sobre todo eso, mía. 

Fernando Ruiz

5 comentarios:

  1. Fernando, quiero volver a felicitarte por tu expléndido relato. También me gustaría recordarte...Ya has acabado el primer tema del Taller De Textos de tu Blog!!! y déjame decirte que con gran notoriedad.
    Enhorabuena!!!

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    1. Muchas gracias Pilar, comentarios como este son los que animan a seguir adelante... un saludo!

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  2. Hola Fernando. Adjunto un pequeño texto que he hecho como ejercicio siguiendo tu Taller de Textos. He intentado hacer dos ejercicios: el primero: "Escribir un texto a partir de la siguiente frase: Hay ventanas para mirar hacia fuera y las hay para mirar hacia adentro", y el segundo, dentro de la sección "Técnicas y temas del oficio", con lo que estás enseñando respecto al narrador, usando dos narradores en el mismo relato. Espero que seas benevolente con el ejercicio, pues he escrito mucho profesionalmente, pero yo creo que es mi primer texto de ficción. Ahí va:

    Me siento incómodo cuando Carla se levanta y se planta frente a la ventana mirando a ninguna parte. A veces puede estar así mucho tiempo, y aunque parece que su mirada está fija en los restos de la pegatina que aun permanece pegada en el cristal desde las navidades, se que sus ojos buscan algo mucho más lejos. Tal vez en el pequeño parque donde la vida del barrio cambia a todas horas, desde la gente que corre apresurada hacia el metro a primera hora de la mañana, los jubilados que toman el sol y conversan al mediodía, hasta los grupos de niños de la tarde que juegan y gritan sin descanso vigilados por sus madres. O tal vez, su mirada se dirija ahora hacia la estrecha porción de la sierra madrileña que puede verse enmarcada entre los muros de los dos desvencijados edificios de viviendas que cubren casi todo el frente de nuestra ventana.
    Pero me siento incómodo, y me asusta esta actitud de Carla porque se que está mirando pero no está viendo. Lo que de de verdad está viendo no está hacia fuera de la ventana, está hacia adentro.
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    Si pudiera rebobinar mi vida, o retocar algunos episodios, o poner y quitar a mi antojo, me pregunto si esto estaría pasando. Cuando vinimos a esta casa por primera vez, la casera nos dijo que lo mejor era la luz que entraba por la ventana al mediodía, cuando los abuelos descansan al sol que superaba los muros de las casas de enfrente y que a veces hacía brillar las montañas como si fueran doradas. Lo que no nos dijo es que las montañas solo se ven en los días más despejados, cuando la asquerosa contaminación se toma un descanso, no más de quince o veinte días al año.
    Se que Luís me está mirando. Siempre he sentido la mirada de la gente en mi espalda y en la parte trasera de mi cuello, como cuando vas en el metro y sientes la necesidad imperiosa de volverte porque sabes que alguien te está mirando. Pero no quiero darme la vuelta todavía. Se que esto le intriga, pero no sé si le molesta.
    Me gustaría que Luís no mirara siempre hacia adentro, y alguna vez pudiéramos mirar juntos hacia fuera.

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    1. Pedro, muchas gracias por compartir con nosotros el texto, me ha gustado mucho y ya que me pides opinión, te la daré: no es un juicio de un experto, así que no lo tomes como tal, tómalo más bien como la de un lector que observa con cariño y detalle lo que has escrito:

      Hacer un cambio de narrador en un texto tan breve es extremadamente complejo, quizás por eso el efecto que el texto causa en mi no es el que comentas en la presentación de tu relato. Cuando leo el texto, veo a un narrador omnisciente que mira primero dentro de la cabeza de él y luego hace lo mismo con ella, describiendo sus pensamientos y sentimientos de cada uno de ellos... pero en este caso lo que creo que importa es el efecto final, y para mi está muy bien: dinámico, fácil de leer y muy tangible, enhorabuena!!!

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    2. Muy interesante lo que me dices. Para eso era el ejercicio, para aprender... No he conseguido el efecto que pretendía. Gracias y... seguiremos trabajando.

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