Transformar lo informativo en significante
Las ideas para escribir
pueden conseguirse a partir de los lugares más insospechados, por ejemplo, de
las informaciones directas que nos da un periódico o cualquier persona en su
conversación.
Suele suceder que lo que
recibimos por estas vías y únicamente como información lo olvidamos en poco
tiempo. La diferencia con lo organizado como hecho estético, es decir en un cuento
o en un poema, por ejemplo, es que no sólo lo recordamos sino que lo releemos.
Por lo tanto, en principio
debemos diferenciar entre dos clases de textos:
·
Informativo
Es el texto que comunica,
que informa, que da noticia de algo, y
·
Significativo
Es el texto que sugiere
más de lo que enuncia. Umberto Eco nos lo explica de la siguiente manera:
1 Refiere cómo expresaría un
amante el recuerdo y la emoción proveniente de dicho recuerdo, el de una mujer
hermosa, cuyo único deseo es comunicarlo y no convertirlo en un hecho
literario:
“Ciertas
veces, cuando trato de recordar algunos acontecimientos que me sucedieron hace
mucho tiempo, me parece casi ver de nuevo una corriente de agua; el agua que
corría en tal corriente era fría y límpida. El recuerdo de esta corriente de
agua me impresiona de modo particular porque junto a ella iba a sentarse la
mujer de la que entonces estaba enamorado y de la que aun estoy enamorado.
Estoy tan enamorado de esa mujer que, por una deformación típica de los
enamorados, me veo llevado a tomar en consideración sólo a ella entre todos los
seres humanos de sexo femenino que existen en el mundo. Debo añadir, si se me
permite la expresión, que aquella corriente de agua, por el hecho de permanecer
asociada en mi memoria al recuerdo de la mujer que amo (y debo decir que esta
mujer es muy hermosa), me genera en el ánimo una cierta dulzura; ahora yo, por
otro procedimiento común a los enamorados, transfiero esa dulzura que
experimento a la corriente de agua por causa de la cual la experimento: yo,
pues, atribuyo la dulzura a la corriente de agua como si fuera una cualidad
suya. Esto es lo que quería decir; espero haberme explicado.”
Así sonaría la frase de
nuestro enamorado si éste, preocupado por comunicar un significado indiscutible
y comprensible, se atuviera a todas las leyes de la redundancia. Nosotros
comprenderemos lo que él dice, pero acaso, después de algún tiempo, nos
olvidemos de los hechos expuestos.
Lo que podemos observar es
cómo el sujeto informante repite sin necesidad, redunda, una serie de palabras
tales como: corriente
de agua, enamorado, dulzura.
2 Luego, Eco continúa explicando
cómo lo diría un poeta:
“Si el
enamorado en cambio se llama Francesco Petrarca, saltando todas las reglas
comunes de construcción, usando audaces traslaciones, eliminando pasajes
lógicos, olvidando incluso advertir que nos habla de un hecho que rememora y
dejándolo sólo entender a través del uso de un pretérito, nos dirá:
Chiare, fresche, e dolci accque
-dove le belle membra-
pose colei che sola a mer par donna.
Así, en no
más de dieciséis palabras, logra incluso decirnos que por una parte recuerda y
por otra ama aún, y nos dice con cuánta intensidad ama con el movimiento mismo,
vivacísimo, de este recuerdo que se expresa en un grito, con la inmediatez de
una visión presente. Nunca como en este caso tocamos con la mano la violencia y
la dulzura de un amor, la cualidad estrujante de un recuerdo. Recibida esta
comunicación, hemos obtenido una cantidad de información enorme acerca del amor
de Petrarca y de la esencia del amor en general.”
Conclusión:
Ahora bien, concluye Eco,
entre los dos discursos señalados por nosotros no hay ninguna diferencia de
significado; así pues, en el segundo caso es sólo la originalidad, la
imposibilidad de previsión respecto de un sistema de probabilidades lo que nos
da el máximo de información.
"Para mí escribir es un
viaje, una odisea, un descubrimiento, porque no estoy nunca seguro de lo que
encontraré"
Gabriel Fielding
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