martes, 6 de enero de 2015

Secretos y recursos de la creatividad – Teoría de la inspiración – parte 2 de 4

El entusiasmo productor

Lo que muchos denominan inspiración suele corresponder a un momento de excitación en el que confluyen una serie de fuerzas entrecruzadas y que, fundamentalmente, dependen del grado de libertad interno. A veces también coinciden con el descubrimiento del amor o la vivencia de una desgracia. Mientras tanto, afirmamos con la escritora María del Carmen Rodríguez:

“¿Quién escribe? Seguramente no las musas. No hay creación de la nada, no hay ‘inspiración divina’, no hay ningún médium especialmente dotado para desvelar la voz sagrada a los hombres. El mito romántico cae, no por su propio peso, sino por su extrema fragilidad”

Ese momento de entusiasmo productivo del que hablábamos suele corresponderse con alguna de las actividades básicas de la inteligencia, que ponen en marcha los escritores, a menudo de modo consciente.

Dichas operaciones principales son:
·     ver
·     atender
·     evocar
·     sentir afectos

¿Cuál es la vinculación de la inspiración a estas actividades?
Es una vinculación directa. Todas confluyen en su lecho. A veces, funcionan combinadas; otras, cada una hace su aporte, pero nunca fallan a la hora de la pre-escritura o durante la  escritura misma. Son las encargadas de indicarnos lo que hay alrededor del texto.
Así como cada una de estas operaciones estimulan o nutren la inspiración, también interactúan reforzando el circuito.




Ver

Toda la historia de la humanidad podría resumirse en una necesidad de ver más allá, de percibir lo nunca visto. Más simplemente, el ser humano aprende a partir de los sentidos. Uno fundamental es el de la vista.
El deseo guía la curiosidad y de allí nace el deseo de percibir, más fuerte en unos que en otros. Se dice que sigue conservando la libertad del niño quien no pierde su capacidad de asombro.

Percibir es, de alguna manera,
reconocer e identificar

Percibimos, por ejemplo, acciones, que son los nudos de un relato. Entonces, si bien reconocemos que una persona corre, se detiene, se gira, extiende una mano, se inclina, se golpea, podemos registrar todo para luego elegir y componer nuestro propio esquema organizativo del relato: agregar o eliminar elementos de los percibidos. Si a la hora de percibir, aparece un motivo novedoso que estimula nuestra imaginación, podemos creer que se trata de un momento de inspiración, pero es conveniente comprender cómo llegó ese instante para intentar repetirlo.

La sugerencia:
Salir a “percibir” como salimos de compras o a estirar las piernas.


Atender

El atender tiene un punto de enlace con el ver. Se considera que hay un tipo de atención errante y otra concentrada. Ambas son vías de creatividad.
El errante es el que se deja llevar sin barrera de la voluntad. Se trata de abandonarse a lo que nos rodea, flotar. Así Goethe decía que

“La fuerza productiva tiene que resucitar espontáneamente, sin intención ni voluntad, aquellas imágenes conservadas en los órganos, en la memoria, en la imaginación”

Mientras que, por el contrario, Chesterfield observó que

“La facultad de aplicar la atención fijamente a un solo objeto, sin dispersarla, es la marca infalible de un genio superior”

La sugerencia:
Fluctuar, de acuerdo a las necesidades del momento y personales, de un estado a otro: pasar de la atención dirigida a la errante.




“No soy yo el que piensa: son mis ideas las que piensan por mí.”
Lamartine



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