“Suponga que
usted se pasa una semana comiendo sólo manzanas. Indiscutiblemente usted agota
su apetito por las manzanas y sin duda alguna sabe cuál es su sabor. Cuando yo
me pongo a escribir un cuento, tal vez ya no sienta ningún hambre de ese
cuento, pero considero que conozco perfectamente su sabor.”
T.
C.
Capote
es un maestro del cuento, que trabaja cada detalle; algunos de sus aspectos los
aplica también a la novela: la intensidad, la tensión y el desenlace eficaz.
Sus personajes, por lo general, son seres que dudan, están marcados por un
patético destino y participan de situaciones inquietantes. Para crear las
atmósferas apropiadas, Capote recurre a menudo al registro lírico.
1
El dominio del clímax
Capote
domina la técnica del cuento. Para comprobar si un cuento es realmente válido,
al acabarlo se pregunta si podría imaginárselo en una forma diferente o le
resulta absoluto y definitivo.
Buena
parte de sus textos narrativos rozan la frontera entre lo perverso y lo posible.
En la mayoría de sus cuentos, el momento culminante es el producto de la
zozobra generada por este límite tanto en el personaje como en el lector. Para
conseguir esta atmósfera, Capote apela a indicios, personajes singulares,
acciones mínimas y precisas, que no tienen una motivación clara. Así, nos
encontramos con sonidos extraños que se aproximan, situaciones desagradables
imposibles de evitar, locos cuerdos, ambientes inhóspitos: la amenaza como
constante nudo productor.
Ejemplo:
“Era todo el dinero que le quedaba, pero no
le importó tener que caminar sola a casa. Los montones de nieve parecían olas
de un mar blanco: avanzaba sobre las olas, impulsada por vientos y mareas
lunares. No sé lo que quiero, y tal vez nunca lo sepa, mi único deseo ante cada
estrella será ver otra estrella. No estoy asustada, pensó, de verdad que no.
Dos muchachos salieron de un bar y se la quedaron mirando. En un parque, hacía
mucho tiempo, había visto a dos muchachos que tal vez fueran los mismos. No
estoy asustada, de verdad que no, pensó escuchando las pisadas que le seguían
con un crujir de nieve.”
Profesor
Miseria
2 El final sugerente
Un
elemento coincidente en las narraciones de Capote, es la eficacia del final.
Más que por ser inesperado, porque provoca el deseo de seguir leyendo. Cuando
se trata de novelas, como A sangre fría o Plegarias atendidas, entre otras,
no emplea la división en capítulos, sino en fragmentos. Lo mismo hace en
algunos cuentos, y el final de cada fragmento es conciso y sugerente.
Veamos
dos finales de Cierra
la última puerta:
- “Dentro
de nosotros revolotea algo llamado ‘alma’: ‘morir no es moriri, visir no
es vivir’, ¿y encima deseas saber si te amo? No seas tonto, Walter, ni
siquiera somos amigos…”.
- “Entonces
metió la cabeza en la almohada, se tapó los oídos con las manos y pensó:
no pienses en nada, piensa en el viento.”
3 La caracterización del personaje
Los
personajes de Capote son seres infelices. Los caracteriza a través de
determinados procesos internos que los ocupan. Lo consigue apelando
frecuentemente a la anormalidad, a la locura, a la ambigüedad y, como mecanismo
eficaz , a la duda que los hace más creíbles.
Ejemplo:
“A diferencia de Perry, no tenía la
certeza de que un espejo roto significara siete años de mala suerte, ni que
contemplar la luna nueva a través de un cristal presagiara desgracias. Pero
Perry, con sus agudas e irritantes intuiciones, había dado de lleno en una de
las recurrentes dudas de Dick. (…) Después de todo, era ‘doloroso’ imaginar que
uno podía ser ‘un anormal’, especialmente si de ser anormal uno no tenía la
culpa sino que se era ‘algo con lo que ya se nació’. No había más que fijarse
en su propia familia.”